MEMORIA DEL MAESTRO ISIDRO ALMAZÁN
Dedicó su vida a la enseñanza, siendo autor
de numerosas obras pedagógicas
Tantos años hace que don Isidro Almazán forma
parte de la historia docente de Guadalajara, con Atienza por bandera, que nadie
queda para recordar su paso por las escuelas provinciales. Su nombre, no
obstante, ha quedado impreso con grandes letras en la historia guadalajareña.
Letras tan lejanas que, de no recordarlas, pasarán al olvido. Trataremos de
hacerlo.
Nació, don Isidro Almazán Francos-Rodríguez, en la cercana tierra de la Campiña de Guadalajara, en Málaga del Fresno, en 1888, el 7
de noviembre, y fueron sus padres don Francisco Almazán, natural de Robledillo
de Mohernando y la salmantina doña Ana Francos Rodríguez. Labrador el padre,
dedicada al hogar, la madre.
En Málaga del Fresno estudió las primeras
letras y cuando la edad se lo permitió pasó a Guadalajara para continuar con el
Bachiller en el Instituto Provincial, desde el que continuó a la búsqueda del título
de maestro, que lo logró en 1907. Su primer destino como maestro lo encontraría
en El Olivar (Guadalajara), de donde pasaría a Humanes de Mohernando al año
siguiente, y de aquí a Membrillera.
El 22 de febrero de 1909, constituida la
Asociación Provincial de Maestros, fue uno de los integrantes de la Comisión
permanente instituida para recaudar fondos a fin de levantar en Guadalajara un
monumento al Conde de Romanones. Comisión que quedó compuesta por Julio
Saldaña, como Inspector de Primera Enseñanza, de Presidente; Mariano Chueca
como Vicepresidente; Pedro de Diego, Tesorero; nuestro Isidro Almazán como
Contador; y Gabriel Vera como Secretario. Por supuesto, la suscripción la
encabezaba el señor Chueca, con 10 pesetas, a quien seguían el resto de miembros
de la Comisión, con cinco cada uno.
En 1911, tras dejar la escuela de
Membrillera pasó a la de Atienza, tras haber solicitado la de Cogolludo, que no
le fue concedida. Escuela y partido, el de Atienza, en el que fundaría, junto a
María Morterero, la Asociación Mutual de esta comarca. Primera conocida en
Guadalajara, que pasaría a formar parte de la Asociación Provincial, y más
tarde de la Nacional, de la que Isidro Almazán pasaría a ser Secretario, ya con
el nombre de Junta de Defensa del Magisterio. Su defensa de los docentes haría
que en muchos sectores se le conociese como el “Apóstol del Magisterio”. Para entonces su firma, en las principales
revistas y periódicos que trataban de unir y dignificar la profesión, fue
habitual.
En
Atienza permanecería hasta 1915, con algunas breves ausencias motivadas, en
algunos casos, por enfermedad; en otras por licencias aprobadas para llevar a
cabo ampliación de estudios o formar parte de la Peregrinación del Magisterio
español a Roma, en 1913.
Su
paso por Atienza estuvo rodeado del cariño del pueblo, de la admiración de los
alumnos y de un incontestable trabajo a favor de sus compañeros del partido. En
Atienza creó, entre los alumnos, grupos de teatro, de estudios, de excursiones…,
e incluso un pequeño coro que acompañaba las celebraciones religiosas, a las
que dedicó, como a la enseñanza, el tiempo que
creyó justo, ya que entendía que la enseñanza debía de tener una parte docente
en los libros, y otra cristiana.
Igualmente, y en Atienza, abrió la primera
escuela nocturna preparatoria de oposiciones, en principio dirigida a los
maestros y ampliada posteriormente a toda clase de funcionarios; siendo probablemente
pionero en las clases por correspondencia ya que, además de las presenciales en
su propio domicilio, a través del correo las llevaba a cualquier lugar de
España.
También han de agradecerse a don Isidro
Almazán algunos logros para las escuelas atencinas, entre ellos el que, por vez
primera en aquellas aulas se proyectasen lo que hoy conocemos como películas
documentales, al lograr del ministerio correspondiente que a su escuela se la
dotase con lo que en aquellos lejanos tiempos se denominó “linterna de proyecciones”.
Tras todo un recorrido provincial, y
nacional, terminó en Madrid, como Director del Grupo Escolar “Menéndez Pelayo”,
sin por ello dejar su labor de defensa de los maestros, continuando en su lucha
a través de su obra, con artículos y conferencias. Una de las más
significativas sería la titulada “Los
problemas del Magisterio”, dictada el 24 de octubre de 1935, en la que se
ocupó de todos y cada uno de los problemas que los maestros venían teniendo en
aquellos años para desarrollar su labor; desde los económicos, hasta el de la
carencia de escuelas.
A Madrid había llegado en 1918 procedente de
Orozco (Vizcaya), donde permaneció por una breve temporada a su vuelta de un
recorrido europeo para conocer, en Italia y Francia, entre otras naciones, la
docencia en aquellos países. En Madrid y provincia, ya que antes de terminar en
la capital fue docente de las escuelas de Alcorcón y Carabanchel, de donde
pasaría al que sería su definitivo destino, el ya mencionado grupo escolar
“Menéndez Pelayo”, que terminaría dirigiendo. Al tiempo que compaginó este
cargo con el de columnista para diversos periódicos nacionales, entre ellos El Debate y ABC. Igualmente, fue fundador de la revista pedagógica “Atenas”.
Tan
activo en la docencia como en la defensa de la educación cristiana del alumno,
tendría no pocos enfrentamientos con las clases políticas dirigentes de todos
los colores hasta que, llegado el golpe militar que terminaría con el
enfrentamiento nacional en la Guerra Civil de 1936/39, sería perseguido por las
fuerzas republicanas que terminaron apresándolo en su domicilio madrileño para,
como a tantas personas más que por sus ideas, a favor de cualquiera de los
bandos en lid se significaron, darle el conocido “paseíllo”. Tras su detención injustificada su cuerpo fue
encontrado, presuntamente fusilado, el 28 de agosto de 1936. A partir de entonces fue conocido como “Mártir de los maestros católicos”. Fue asesinado junto a las tapias
del cementerio de Aravaca (Madrid).
Su muerte tardó en
confirmarse y, una vez conocida, no fueron pocos los medios de prensa que
dieron cuenta de ella bajo titulares como el de “Otro mártir del Magisterio Católico”:
“En
varios colegas vemos confirmado nuestro triste presentimiento. Isidro Almazán,
todo espíritu, abnegación y dinamismo, siempre al servicio de la gran causa de
Dios, ha sido inmolado por la causa satánica de los sin Dios.
Lo temíamos, lo
presentíamos y casi lo aceptábamos sin saberlo. Su prestigiosa personalidad y
sus grandes servicios y desvelos por la sindicación católica de los
profesionales del Magisterio primario se había destacado tanto; eran tales los
frutos que de su actividad al servicio de la Religión y de la enseñanza, había
derecho a esperar que su crimen no podía perdonarse por los ateos… Mucho
celebraríamos que semejante noticia, a pesar de figurar como recogida por los
periódicos, de autorizadas fuentes, no tuviese confirmación”.
Lo
anterior se publicaba en El Día de
Palencia, con fecha 10 de noviembre, en medio de la confusión que había
producido su desaparición. Nada se supo de él durante algún tiempo, desde que
el 2 de agosto de aquel año fue decretado su cese por el Ministerio de
Instrucción Pública.
Sus restos
recibieron sepultura en el cementerio de Aravaca.
Dio a la imprenta
numerosos escritos, principalmente sobre las conferencias pronunciadas, así
como dos libritos que fueron referentes entre las clases del Magisterio.
En 1912 dio a conocer
uno de sus libros más populares: el “Libro
del Opositor a Escuelas”, editado en la imprenta guadalajareña de Antero y
Concha. Y publicitado como “muy útil para
los señores aspirantes a las oposiciones restringidas y libres anunciadas”.
Por supuesto, fue un éxito entre la clase docente.
En 1924 se publicó
otra de sus obras: “El Párroco en la
Escuela”, que fue distribuido entre numerosos párrocos de distintas
provincias, ya que la obra contenía “las
disposiciones vigentes relacionadas con la iglesia y la escuela, cuyo exacto
conocimiento es de tanta importancia para el recto ejercicio de sus deberes y
derechos en orden a la enseñanza pública”.
Su nombre
continúa, al día de hoy, siendo referencia en el mundo del magisterio. Tanto
que numerosos colegios, llevan su nombre.
Tomás Gismera Velasco
Guadalajara en la Memoria
Periódico Nueva Alcarria
Guadalajara,